¿Campaña contra la Iglesia?


 

No estamos pasando días fáciles. Se está jaleando mucho -en los medios de comunicación y en las conversaciones de la gente- el asunto del cura gay, de nuestro hermano presbítero José Mantero. No pocos apuntan a la Iglesia como lugar de represión, de ostracismo, de hipocresía, de maldad mal disimulada. ¡Como para proclamar en este domingo que somos "sal de la tierra" y "luz del mundo" y "ciudad sobre el monte". Según otros, nuestro hermano presbítero ha dado un escándalo mayúsculo y se da dejado manipular por los enemigos de la Iglesia.
La verdad es que en la Iglesia de hoy no estamos demasiado obsesionados con el sexo. Preguntemos si no a religiosas y religiosos, a presbíteros, a laicos, casados y célibes. Tampoco nos escandalizamos por las tendencias sexuales de nuestros hermanos o hermanas. Es más, nuestra fraternidad o sororidad nos lleva a no condenar y sí a ayudar en la integración de todas las dimensiones que nos constituyen, cuerpo y espíritu. A nadie se le obliga a vivir en un peculiar estilo de vida, si él o ella no lo acepta voluntariamente.
No estamos obsesionados con el sexo. Aunque reconocemos su importancia, tenemos muchas cosas en las que pensar y trabajar. Veo mucha más obsesión en la prensa rosa, en no pocos programas de TV y de radio. Obsesión por el sexo tienen esos periodistas que dedican su vida a investigar, a espiar las vidas de los demás; obsesión por el sexo manifiestas esos programas de enorme audiencia… y los que colaboran con ellos leyendo sus crónicas, siguiendo sus pistas, comentando sus sospechas.
Es también verdad, que los discípulos de Jesús somos seres humanos; que el Señor no ha elegido para seguirlo a hombres y mujeres perfectos. Estamos todos cargados de debilidades, de limitaciones. Por eso, no es bueno tirar piedras contra nadie, ni en un sentido ni en otro. No me escandalizo por el hecho de saberme en una comunidad tan humana, como otra cualquiera.
Pero Jesús nos quería sal y luz. No nos quería multiplicadores de la corrupción y de las tinieblas. Entendemos que somos luz cuando optamos por los pobres, por la justicia, la equidad, cuando somos manifestación del corazón compasivo de Dios. Somos sal de la tierra, cuando nos ponemos al servicio incondicionado de la Alianza de Dios; cuando le recordamos a nuestro mundo que Dios lo ama incondicionalmente y que le entrega cada día a su Hijo y su Palabra.
A nuestro hermano presbítero, don José, yo le pediría solo un favor: "¡no le des tanta importancia a tu orientación sexual; no le dediques tanta atención a tu sexualidad! Habla de tu amor. Pon tu sexualidad al servicio de tu amor. Anuncia el mensaje de Jesús. No renuncies a ello. Pasará la notoriedad y te encontrarás solo, solo con tu corazón y tu Dios… Y entonces verás que en Jesús lo más importante no es ser, ni hétero-… ni homosexual, sino ser uno en Él. ¡No rompas la comunión! Vuelve a casa. Y a quienes provisionalmente te han acogido… ¡anúnciales el Reino de Dios!".