EDITH STEIN, UNA MUJER INTELECTUAL Y SANTA DE NUESTRO TIEMPO

 

¿Quién es esta filosofa alemana de origen judío que conscientemente se hace atea,  se convierte al catolicismo al leer la Vida de santa Teresa de Jesús, activa feminista que lucha por la promoción de la mujer dentro de la Iglesia, que ingresa en el Carmelo Descalzo y  muere en un campo de concentración nazi?

 

1. Creyente en la infancia y atea en la juventud

 

El 12 de octubre de 1891 nace Edith en Breslau (Prusia), es la undécima hija de una familia judía. Cuando solo  tiene un año y medio muere su padre. Su madre,  de carácter enérgico y trabajador, consigue sacar a flote una industria de madera. Edith aprendió de su madre el ejemplo de la mujer fuerte capaz de ponerse al mismo nivel del hombre cuando es preciso, dirigir la vida familiar, relacionarse con la sociedad y ejercer una profesión con competencia y eficacia.

         Cuando la economía está afianzada, la madre permite que sus hijas más jóvenes hagan estudios académicos, algo poco común en la mujer de aquel tiempo. Edith estudia con constancia, y consigue buenas notas.  Ella que a los 14 años  ASe alejó, de modo consciente y explícito de la oración. Quería contar sólo con sus propias fuerzas, preocupada por afirmar su libertad en las opciones de la vida. En esta época ella deja de lado el tema religioso y se declara atea. Dirá más tarde: "Perdí la costumbre de orar con toda consciencia y por propia decisión". Edith a los 15 años decide abandonar los estudios. Cree poder resolver sus preguntas por sí misma, leyendo todo lo que tiene a mano. Un primo le recomienda que vuelva a los estudios, y en un verano recupera los tres años perdidos.

 

2. Mujer intelectual y feminista

 

Ingresa en la Universidad de Breslau donde estudia filosofía. Un día Edith lee en la prensa que Hedwig Conrad-Martius se había doctorado en filosofía. Ella querrá imitarla y deseará hacerse discípula de Husserl y por ello decide estudiar filosofía en la Universidad de Göttingen.

Edith busca en la fenomología encontrar la verdad sobre sí misma y sobre el misterio del hombre. Edith está llena de preguntas sobre sí misma, mantiene una viva preocupación por la defensa de los derechos de la mujer. Ya en su juventud toma parte en la Asociación prusiana para el derecho de voto de la mujer. Ella nunca se ha sentido inferior a ningún hombre, ni se considera un ser a su servicio. Está convencida que la mujer tiene mucho camino para recorrer y una de sus conquistas es la profesión intelectual. Parte de su tiempo de estudiante lo dedica a dar clases a mujeres trabajadoras.

En 1914, Cuando estalla la I Guerra Mundial afirma que en este día ha terminado su vida privada y todo que lo que es pertenece al Estado, en consecuencia deja sus estudios y se ofrece voluntaria a la Cruz Roja, poniendo en práctica el amor al prójimo. Durante seis meses atiende a enfermos infecciosos, dando lo mejor de su persona.

Ella como  mujer dedicada al estudio, investigará  métodos nuevos de pensamiento. En 1916, irá a Friburgo como primera asistente de Husserl. Allí consigue el doctorado con la calificación Summa cum laude. Su trabajo como asistente de Hurssel no le satisface, ella quiere trabajar de forma independiente, por ello aspirará a tener una cátedra en la universidad, aunque sabe que como mujer no tiene posibilidades de obtenerla, por más que obtenga las máximas puntuaciones. A pesar de ello, se presentará en cuatro ocasiones en diferentes ciudades de Alemania. Incluso presenta una interpelación al Ministro de cultura y ciencia de Prusia. En ella dice que la pertenencia al género femenino no debe ser impedimento para desarrollar una carrera científica, y pide la habilitación de las mujeres académicas. AEl Ministro se muestra de acuerdo con los planteamientos de Edith Stein, y las universidades reciben un decreto en el que se recogen unas disposiciones más modernas al respecto.

 

3. Conversión al catolicismo

 

Edith ha buscado en la cultura no sólo la verdad sino también la felicidad, pero queda decepcionada en estas dos aspiraciones. Ella ama la verdad y por esto nunca se cierra a  la verdad,  se encuentre donde se encuentre. Ella llegará a decir: "mi ansia de verdad era mi única oración". Esta actitud noble y leal le ayudará a encontrar lo que ella con tanto anhelo ha buscado en su vida. Dios va preparando la tierra para que cuando Él se manifieste de forma imprevista,  ella le acepte sin reservas.

El año 1917 tiene el primer encuentro fuerte con la fe. En octubre de este año recibe una noticia: su amado profesor Reinach,  convertido con su mujer al protestantismo, ha muerto. Al ir a visitar a la viuda para darle el pésame, cree que se encontrará con una mujer deshecha por el dolor, en cambio la encuentra serena, llena de esperanza. Constató la fuerza de la Cruz de Cristo, capaz de vencer el dolor y la muerte.

Ella misma confesará: "Fue mi primer encuentro con la Cruz, mi primera experiencia de la fuerza divina que emana de la Cruz y se comunica a quienes la abrazan. Por vez primera me fue dado contemplar en toda su luminosidad a la Iglesia que nace de la pasión de Cristo, en su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue en aquel momento en que se desplomó mi incredulidad, palideció el hebraísmo y Cristo se alzó radiante ante mí: Cristo en el misterio de la Cruz.


En el verano de 1921, visita a unos amigos, éstos se marchan de viaje, ella se queda sola en esta casa, va a la biblioteca y coge el primer libro que encuentra: es la Vida de Santa Teresa de Jesús escrita por ella misma. Empieza a leer el libro y no lo deja hasta que lo acaba, cuando ya es de madrugada. Cuando cierra el libro dirá: <<Ésta es la verdad>>.

Edith tiene hambre de verdad, está cansada de pequeñas verdades  y  de palabras vacías. Santa Teresa da testimonio de un Dios amor, un Dios muy distinto al de la filosofía o de la ciencia. Descubre en ella la interioridad de una persona enamorada de Dios. Después de leer la Vida de Santa Teresa se ilumina su propia vida, decide convertirse al catolicismo y más tarde ingresará de carmelita para caminar hacia el encuentro íntimo con Dios.

Al día siguiente compra un catecismo y un misal y los estudia con pasión de convertida. Entra en una Iglesia y pide el Bautismo al sacerdote, éste sorprendido le pregunta quien la prepara. Ella le responde que le haga preguntas y el sacerdote queda admirado de su preparación. El día 1 de enero de 1922 -a los 31 años- recibe el bautismo, y el nombre nuevo elegido por ella: Teresa. El que había comenzado transformando su inteligencia y sus ideas ahora transforma todo su ser, renace, es una mujer nueva, una mujer de Dios, la gracia completa en ella la obra de la naturaleza.

Edith después de su bautismo vuelve a Breslau y comunica a su madre que es católica. Su conversión es un golpe muy duro para su madre, pero intenta aceptarlo con espíritu de fe. Lejos de ser expulsada, Edith se queda con su familia, y acompaña a su madre a la sinagoga y se une a ella en la oración de los salmos.

 

4.  Una fe vivida con radicalidad

 

Con el bautismo decide vivir en plenitud la vida cristiana abandonándose a la voluntad de Dios. Se toma la vida cristiana con seriedad, dedicando largo tiempo a la oración personal.

Edith,  al poco de convertirse al catolicismo,  abandona su actividad científica, concibe la vida cristiana como relación personal entre Dios y el hombre. Quiere vivir <<sólo>> para Dios; otra actividad es juzgada como una distracción. Su primer director espiritual y, más tarde, Santo Tomás le hacen ver el error de tal consideración. Comprende  que Dios se vale de muchos medios en su plan de salvación. Poco a poco la Iglesia como comunidad y lugar de manifestación del amor divino, entra en su horizonte.

Edith desea consagrarse a Dios en la vida religiosa, pero le aconsejan que espere, en atención a su madre judía ya que sería un golpe demasiado duro para ella, además debe dejar tiempo para que su fe cristiana se consolide  y a la vez someter a prueba su vocación religiosa. Y además el <<mundo>> necesita de su ciencia, de su pedagogía y sobre todo, de su testimonio cristiano. Trabajará durante 8 años como profesora en un instituto que dirigen las Dominicas en Espira.

El jesuita Erich Przywara la anima a que continúe su trayectoria intelectual y prepare trabajos dignos de su talento. La orienta para que estudie Santo Tomás y el cardenal Newman convertido como ella al catolicismo. Su contacto con Santo Tomás le ayuda a descubrir que es posible cultivar la ciencia como un servicio de Dios. Y desde esa luz nueva decide reprender con seriedad el trabajo científico. Además  el contacto con los escritos de Santo Tomás le ayudan a ir profundizando en los misterios de la fe católica.

En un principio siente desánimo,  la vida interior la llena más que la vida científica. Le cuesta mucho asimilar el mundo conceptual de Santo Tomás. Fruto de este esfuerzo será la traducción de las Quaestiones disputatae de veritate, en la que Edith Stein quiso entablar un diálogo entre la fenomenología y la filosofía tomista.  Para su vida interior saca importantes aplicaciones prácticas. Llega al convencimiento de que es posible conciliar la vida de la ciencia, el estudio serio con las grandes exigencias de orden cultural. En ocasiones,  las verdades que ella descubre en sus trabajos científicos disponen su espíritu para un encuentro más profundo con la verdad total.

Esta traducción la realizará dedicando media hora diaria en medio de su intenso trabajo en el colegio, de su atención a los necesitados y a los que buscan su consejo. Algunos le preguntan cómo puede tener tiempo para todo. En una ocasión escribirá: <<Yo no empleo ningún medio especial para alargar el tiempo de trabajo. Hago lo que puedo. Evidentemente la capacidad aumenta cuando las necesidades se multiplican. Si no hay nada urgente, se agota mucho antes. En el cielo, seguro que entienden de economía ... Se trata sólo de tener, ante todo un rinconcito tranquilo, donde poder tratar como si no hubiese nada más, y esto a diario de que uno se considere total y absolutamente como un instrumento, en especial las fuerzas con las que uno tienen que trabajar>>. La oración de Edith no era una liberación del propio yo sino una fuente de energía para un desinteresado trabajo profesional al servicio de los hombres...

En la primavera de 1928 el P. Przywara le aconseja que participe en las celebraciones de Semana Santa y Pascua de la abadía benedictina de Beuron. Desde entonces irá regularmente a esta abadía, en especial las fiestas de Navidad y Semana Santa, donde pasará días en silencio y meditación, para así poder calmar su sed de oración. En sus estancias en la abadía de Beuron aprenderá a vivir la fe en comunidad, e integrará sus experiencias de fe en la tradición de la liturgia. Para Edith conocer al abad benedictino Raphael Walzer fue una verdadera fortuna. En la infancia ella había perdido a su padre, y ahora, en la segunda infancia espiritual Dios le concede un padre de talla admirable. Para Edith el abad Walzer personificaba plenamente la vida benedictina, era su encarnación viviente. Muy pronto le abrió el alma, le confió sus problemas, y encontró en él un apoyo incondicional.

 


5.  Lucha por la promoción de la mujer en la Iglesia

 

El abad Walzer animará a Edith a ocuparse  a fondo en el tema de la mujer. En este tema ella podía ofrecer una aportación válida. Ella como a mujer ha podido desarrollarse humana e intelectualmente, también ha experimentado en su carne la discriminación por el hecho de ser mujer. Pero ella vive plenamente la aceptación de su condición femenina, con el deseo profundo de llevarla a la plenitud.

Edith también conoce muy bien la situación de la mujer en el contexto de la primera mitad del siglo XX, su propia identidad, las presiones que existen para mantenerla en las tareas del hogar. Y el menosprecio de su capacidad intelectual.  Cuando,  en la primera mitad del siglo XX, los movimientos de liberación de la mujer se hicieron presentes en Alemania, muchos dudaban que la Iglesia católica pudiera ofrecer algo  a este movimiento. Ella analiza el porqué de esta desconfianza, y muestra cómo la Iglesia no es inamovible, porque la parte humana de la Iglesia está sujeta al desarrollo, aunque  en muchas ocasiones se presente en forma de lucha. Ella considera importante que la Iglesia colabore con el movimiento femenino de liberación de la mujer, pero el movimiento femenino católico debe aportar a su vez su concepción del mundo y la riqueza espiritual que le ofrece la fe.

La asociación de maestras católicas la invitan para que realice conferencias sobre el tema de la mujer. El jesuita Przywara consigue organizarle un viaje de conferencias por diversos países de Europa. Viajará por Alemania, Austria, Suiza, Francia, en ella se busca la conferenciante especializada que hable de la mujer y su significado en la sociedad. Ella se convierte en la portavoz de los esfuerzos promovidos por las mujeres católicas, dilucida aspectos oscuros y abre caminos nuevos.

El mensaje que ella expondrá en sus conferencias de 1828-1938, surgirá precisamente de su propia posición de mujer intelectualmente autónoma y profesional. Estas conferencias están recogidas en su libro Die Frau (la mujer) y Frauenbilbung und Frauenberufe (Formación y profesiones de la mujer).

Edith  plantea el tema de la mujer en profundidad, y con métodos adecuados y serios para encontrar una solución. Sus conferencias llegan a la gente, por su sencillez, por la agudeza de sus explicaciones y porqué ella encarna lo que dice. El P. Przywara  no  duda  en  afirmar  que Edith fue la primera en proporcionar no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, sobre todo a la clerecía, una idea objetiva del alma femenina.

Edith lucha para que le sean reconocidos a la mujer los derechos propios de todo ser humano y los específicos de su feminidad. Defiende el papel de la mujer en todos los ámbitos de la vida cultural y social.  Ella parte  siempre de la igualdad de la mujer y del hombre. Como  filósofa estudia en profundidad las características específicas del ser de la mujer, por eso muchos de sus escritos son totalmente  actuales.

Edith no siente compasión de sí misma por su condición de  mujer ni culpa al hombre de su situación. La visión de Edith Stein de la mujer como del hombre es siempre positiva. Ella intentará promover a la intelectual católica como  mujer formada científicamente y de pensamiento objetivo. Pide  centros católicos para la formación de la mujer, donde haya la bibliografía necesaria, casas de descanso donde la mujer intelectualmente formada pueda encontrar estímulo y contacto con otras mujeres con los mismos ideales; que se animen mutuamente, se apoyen y se ayuden a los jóvenes; que tengan posibilidades de trabajar científicamente y encontrar en este trabajo lo suficiente para vivir.

Edith denunciará la actitud pasiva de la mujer dentro de la Iglesia. Teresa de Jesús, Catalina de Siena, Brígida de Suecia no son excepciones que confirmen la pasividad de la mujer, ya que su dinamismo brotó de su unión con Jesucristo. El siglo XX exige mucho más a la mujer. Ella invita a las mujeres a colaborar en la acción católica en todos los campos. La Iglesia necesita a la mujer. A La Iglesia nos necesita, es decir el Señor tiene necesidad de nosotras. Todo parece indicar que hoy llama el Señor a un gran número de mujeres para el ejercicio de tareas especiales en su Iglesia.@

En sus conferencias dirigidas a las mujeres, tiene siempre presente la idea fundamental: <<María es el prototipo del alma femenina>>, como escribe Teresa Mater Dei: A Al leer sus disertaciones, se tiene la impresión de que sacó sus grandes conocimientos sobre la mujer de su unión con María. Constantemente se esfuerza Edith por orientar la mirada de la mujer hacia  su purísimo ideal, hacia María. Todos los problemas femeninos los soluciona Edith estudiando la conducta de María. Desde su fe y la unión con María, Edith descubre en la madre de Jesús no sólo el prototipo del alma femenina, sino que es verdaderamente madre. María nos ama y nos conoce, y vela para hacer de cada uno de nosotros aquello que está destinado a ser. La mujer mediante su actitud mariana, participa de la efusión amorosa del Espíritu Santo. Según esto, la trayectoria de la mujer, tal como Edith la ve, va con María hasta a Cristo, y con el Cristo Crucificado hasta  la gloria amorosa de Dios, de la cual fluyen para ella todas sus energías maternales y bienhechoras. 

María fue para Edith, el modelo de esa mujer fuerte, de esa mujer capaz de asumir en la historia los papeles más imprevisibles y de llevarlos a término con calidad,  precisamente porque fue la mujer cuya calidad de vida rebosaba desde lo más  profundo de su ser.

Edith realiza el ideal de la mujer a la altura de su tiempo, consigue un nivel filosófico de primer grado. Como dirá Juan Pablo II: "Ella misma será testimonio de esta feminidad socialmente operativa, haciéndose apreciar como investigadora, conferenciante, profesora. Fue estimada como mujer de pensamiento, capaz de utilizar con sabio discernimiento las aportaciones de la filosofía contemporánea para buscar  la <<plena verdad de las cosas>> en el continuo esfuerzo de conjugar las exigencias de la razón y las de la fe.


Todos elogian en sus conferencias su sencillez, su clarividencia y su decisión. Muchos desean que su voz tenga más eco. Por eso le proponen que vuelva a la universidad. Es una tarea que la  ilusiona, pero de nuevo experimentará el fracaso: ahora ella como mujer ya puede enseñar en la universidad, pero todos los que pertenecen a la raza judía son excluidos de los lugares oficiales. Acepta un trabajo en el Instituto Superior de Ciencias Pedagógicas de Münster. En este trabajo  permanecerá muy poco tiempo, de 1932-1933. Al subir Hitler al poder, pierde su plaza de profesora por ser de raza judía. Ella hubiera podido marchar a Sudamérica y continuar su tarea intelectual. Pero cree que ha llegado la hora de ingresar en el Carmelo, hace doce años que lo espera con verdadero anhelo.

 

6.   Carmelita Descalza, orante y escritora

 

El 14 de octubre de 1933, a la edad de 42 años,  ingresa en el Carmelo de Colonia. Por fin se encuentra en el lugar al que pertenece espiritualmente desde hace tiempo. Edith  está bien segura que su lugar en la Iglesia es el Carmelo. Tiene la profunda convicción de que el Señor le prepara en el Carmelo algo que sólo aquí puede encontrar. Rodeada de sus hermanas y en  ambiente de silencio, se siente feliz y privilegiada de gozar de tanta paz y tranquilidad interior. Se le ha concedido la gracia que hace tanto tiempo  anhelaba: <<Vivir en el santuario más íntimo de la Iglesia>>.

            Para su vida religiosa elegirá el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. <<Teresa>>en honor a la santa de Ávila, <<Benedicta>> por su devoción a San Benito, y <<de la Cruz>> porque  bajo la Cruz ha comprendido el destino del pueblo de Dios, y ha entendido que todos aquellos que comprenden lo que es la Cruz de Cristo, deben tomarla sobre sí en nombre de todos.

Ella ha aceptado la vida religiosa como donación y holocausto, no reserva nada para ella, se hace dócil a todo lo que le exigen. Valora profundamente la vida comunitaria. Para Edith Stein, oración y sacrificio tienen  valor apostólico y eficacia directa; en ellos ve el mejor modo de prolongar la redención de Cristo, pues a través de los mismos es más fácil configurarse con el Redentor.

La vida consagrada ofrece a Edith nuevos horizontes en la contemplación de María. Contempla a María sobre todo en su virginidad. En la Madre de Jesús la virginidad es disponibilidad,  sin reservas, a Dios. En la religiosa la virginidad consagrada es renuncia personal y cumplimiento de la voluntad divina. Esta actitud femenina no es represión Aes ejercicio supremo de la libertad humana porque es un acto de amor voluntario al Señor. Cristo elige a una madre-virgen para realizar la Redención. Edith Stein descubre en este gesto de Cristo Aque la virginidad libremente elegida y consagrada es amor redentivo para el mundo y expiación supletoria del Crucificado. María es el modelo de la <<sponsa Christi>> de la religiosa. Si ella Aes el corazón de la Iglesia que llena a los miembros de vida, la religiosa ocupa el mismo puesto y ejerce idéntica función.

 El Carmelo ha significado para ella vivir con más radicalidad el Evangelio. Al seguir a Jesús, todo lo ha dejado, profesión, fama, personas amigas, es más, hasta su propia familia, y Edith siempre ha dicho que sí. Este sí incondicional a la divina voluntad es el fundamento de su propia alegría y gratitud. Edith, al ingresar en el Carmelo ha renunciado a la actividad científica. Está convencida que lo único que tiene verdadero valor no es el trabajo humano sinó la pasión de Cristo.

Pero es en el  Carmelo de Colonia, donde más profundiza en la vida intelectual. Intenta elaborar una nueva filosofía, un proyecto ambicioso de filosofía cristiana en el cual resuma lo mejor de su itinerario inteectual. Cuando finaliza el noviciado el Provincial de la Orden, P. Teodoro Rauch, le pide que prepare para su publicación su trabajo de oposiciones a cátedra Acto y potencia. Bajo el influjo de sus nuevas experiencias en el Carmelo rehace totalmente el original y lo titula: Endliches und ewigs Sein (Ser finito y ser eterno). Lo redacta después de dos años de laboriosa actividad, dedicando dos horas diarias al  trabajo científico. El fenomenólogo A. Koyré definió esta  obra como  <<su biografía espiritual>>.

Además de su trabajo como enfermera, telefonista, escribirá artículos cortos para  revistas, por ejemplo, a petición de la Federación Católica de Mujeres. Con ocasión de la fiesta de San Juan de la Cruz, el año 1934 Edith prepara una meditación sobre el amor a la cruz. Su último trabajo en el Carmelo de Colonia, es precisamente un estudio sobre el discernimiento de espíritus según la regla de San Benito Sancta Discretio, como  regalo de santo a su priora María Teresa Renata, que más tarde será su primera biógrafa.

En su tiempo,  muchas religiosas opinaban que el trabajo intelectual no era un trabajo auténtico ni era conforme a la vida de oración. En las órdenes masculinas no existía esta limitación por aceptar los religiosos tareas espirituales o por ser sacerdotes. Había que vencer muchos prejuicios, uno de ellos lo señala el moralista Hans Rotter: "una elevación de nivel en la formación de la mujer tiene como consecuencia evidente la de una nueva visión en la sociedad. El bajo nivel católico de formación (de la mujer) sólo se podía superar cuando dejasen de equipararse la humildad y la ignorancia”.


Edith con su existencia deshace la tesis de una dedicación unilateral, en la vida contemplativa a trabajos puramente manuales. Para ella no hay diferencia esencial entre el sencillo trabajo manual y la actividad intelectual. La convivencia con las otras monjas que no tienen su altura intelectual  no le supone  ninguna humillación, sino un enriquecimiento y una ayuda para avanzar rápidamente en el camino del amor. Ella está profundamente agradecida porque ha encontrado en el Carmelo un hogar.  Edith valora el horario monástico que le permite encontrar un equilibrio entre el trabajo intelectual, la vida comunitaria y la vida de oración.

 Ella sabe por experiencia que encontrará el pan de la verdad con el sudor de la frente.  A  la luz sólo se llega después de muchos esfuerzos. Edith en su trabajo de investigación para el doctorado, se entregó tan intensamente a esta tarea que supuso grandes sufrimientos que no la dejaban descansar ni de día ni de noche. En aquella época  perdió el sueño y tardó muchos años hasta que pudo otra vez dormir tranquilamente.  Pero también conoció  el goce al  descubrir la verdad y la seguridad cuando se llega al fundamento. Edith gozaba en la contemplación de la verdad, este goce hacía que estuviese impaciente para encontrarla.         

En 1938,  ante  la persecución  cada vez más intensa de que son  objeto los judíos. Edith  no quiere poner por más tiempo en peligro al Carmelo de Colonia, y se refugia en el Carmelo de Echt en Holanda. En este nuevo Carmelo es  acogida con mucho amor. Ella es un  ejemplo de observancia de la Regla, y de amor fraterno. Su equilibrio, su bondad, su sonrisa le ganaron el amor de todas las hermanas.

Edith utilizará  su talento como un servicio a sus hermanas de comunidad para  ayudarlas a vivir con intensidad la propia vocación. En cada una de sus palabras está su vida del todo entregada a Dios. Cada año  el día 14 de septiembre en la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, las carmelitas renuevan sus votos. Era costumbre en este Carmelo,  que la priora en este día leyera una breve reflexión. Ahora encarga a Edith que la escriba. Ella lo realizará con gozo, todos los años de su permanencia en el Carmelo de Echt. Son reflexiones profundas, de una persona que vive a fondo la vida religiosa y anima a vivirla a sus hermanas, sobre todo en aquellos momentos tan trágicos de la II Guerra Mundial.[1] Con motivo de la profesión religiosa de una hermana le escribirá una reflexión sobre los votos religiosos.

El año 1940 es elegida como nueva priora la Hna. Antonia. Ésta no quiere que se desaprovechen las dotes de Edith Stein, y le pide que prepare un ensayo sobre la doctrina de San Juan de la Cruz, para la celebración del IV centenario de su nacimiento. Edith elige como tema: ALa ciencia de la Cruz en San Juan de la Cruz. Este  había  sido  su tema de meditación en sus ejercicios para  la toma de hábito, y sigue siendo su tema constante de meditación: descubrir una luz,  en la cruz que ha caído sobre su pueblo.

La priora la libera de toda carga doméstica en todo lo que le es posible, pero Teresa Benedicta se  ha de cuidar de dar clases de latín a las postulantes. Este nuevo encargo es un gozo para Edith. A ella le gusta que le hagan estos encargos, como dirá a una dominica: "Está bien que me haga preguntas, sólo pienso cuando me asignan tarea. Si no el cerebro normalmente reposa  tranquilo. Pero me alegro de que se ponga en marcha y de que aún pueda ser útil a alguien.@ También escribe: AYo doy gracias por hacer algo nuevo antes que se enmohezca totalmente el cerebro."

Escribir el ensayo citado es para Edith una gracia, pues  le permite estar todo el día en contacto con San Juan de la Cruz, el mejor de sus maestros. Este contacto le ayudará a prepararse con toda conciencia desde la fe, el amor y la esperanza para el martirio, porque la cruz es camino de la luz y  la muerte de la resurrección, no sólo para ella sino para todo su pueblo. Ella escribe a marchas forzadas como si presintiese que le falta tiempo. Edith aprovecha cada minuto libre hasta extenuarse a fin de concluir su obra La Ciencia de la Cruz.

No sólo escribirá páginas profundas sobre <<la ciencia de la cruz>>,  sino  el misterio de la cruz que ha ido impregnando toda su vida hasta impulsarla a la entrega suprema, hará que conscientemente y libremente abrace la cruz con serenidad y confianza. Unida a Cristo  recorrerá  hasta el fin el camino de la cruz, ofreciendo su vida por la salvación de todos, en especial del pueblo judío a la que ella pertenece.

En el año 1941 los alemanes han invadido Holanda,  se inicia la deportación en masa de los judíos, y teme la expulsión de la clausura. Se inician los trámites para trasladar a Edith y a su hermana Rosa a un Carmelo de Suiza, pero los permisos no llegaran a tiempo.  En su interior Edith sufre pero no se desespera; sigue anclada en el principio que hasta ahora ha mantenido viva y segura su fe: ANo se haga mi voluntad sino la tuya y comenta T. Renata: Con esta disposición entra Sor Benedicta en la última fase de su vida.

 

7.  Prisión y muerte en un campo de concentración

 

No ha finalizado la redacción del  estudio de la Ciencia de la Cruz, cuando la Gestapo, en su busca llega al Carmelo de Echt,  para internarla a ella y a su hermana Rosa en un campo de concentración. Era el 2 de agosto de 1942.  Edith es consciente de su destino, y lo acepta como venido de las manos de Dios. Había escrito tres años antes: "Desde ahora acepto la muerte que Dios me ha destinado con total sumisión a su santísima voluntad y con alegría". Ella ve con claridad que Dios ha aceptado la ofrenda que ella había hecho de su vida. Por ello al ser detenidas dirá a su hermana: "Vamos a morir por nuestro pueblo". 


Edith y su hermana son conducidas al campo de concentración de Westerbork. Edith, ni en medio del terror,  no dejará de ser un ángel de paz. Muchas madres aterradas se habían vuelto apáticas, incapaces de cuidar de sus hijos. Edith se hace cargo de sus hijos, los limpia, los alimenta y les da el calor de su amor. Edith no deja de ser consuelo para todos. Pero por encima de todo ora, y ofrece su sufrimiento por la conversión de su pueblo, de los no creyentes, por sus perseguidores, por  todos los que han abandonado a Dios.

Pocos días antes de su deportación, a quienes se ofrecían para salvarle la vida, les respondió: "(No hagáis nada! )Por qué debería ser excluida? No es justo que me beneficie de mi bautismo. Si no puedo compartir el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida en cierto sentido, queda destruida. Edith no quiere ser una excepción ni tener privilegios por el hecho de ser bautizada.

            Es trasladada al campo de concentración de Auschwitz, donde muere en las cámaras de gas, probablemente el día 9 de agosto de 1942. La muerte es la puerta de entrada en la Iglesia celestial, desde donde intercede por aquellos que buscan la Verdad y no descansan hasta encontrarla.

 

8.  Proyección eclesial de  su vida y de su martirio

 

Su existencia es una secuencia de proyectos que acaban en el fracaso. Su vida es una lucha a muerte contra la dificultad: por su raza, por su familia, por su ambiente, por ser mujer.  Cuando está a punto de conseguirlo, todo se derrumba y de nuevo debe  volver a empezar desde cero. En  su interior hay una fortaleza indomable que renace constantemente, porque como. mujer fuerte ha  luchado  con tesón y con una voluntad de hierro, no obstante su dulzura feminia lo envolverá todo con un manto de delicadeza y de ternura exquisita. Su fidelidad y su martirio no quedan infecundos, sino que darán mucho fruto (Cf. Jn 12,24).

Edith había luchado por los derechos de la mujer en la sociedad. Muchos de los objetivos por los cuales había  luchado hoy en algunos países están plenamente asumidos. La mujer tiene acceso a las  cátedras en la universidad, y en algunos países entre ellos España, estudian  muchas más mujeres que hombres.

Ella defendió el papel de la mujer en la Iglesia. Si la Iglesia quiere responder a la urgencias de la formación de la mujer, tendrá que colaborar con el movimiento femenino de liberación de la mujer, pero Ael movimiento femenino católico debe  situarse en su propio terreno: el terreno de la fe, una concepción católica del mundo hasta las últimas consecuencias. Este deseo se ha hecho realidad con  la participación de la Santa Sede en la conferencia mundial sobre  la mujer celebrada en  Pequín. Se debe trabajar aun mucho en este campo.

En la carta apostólica Vita Consecrata, Juan Pablo II defenderá que las religiosas no deben tener una formación inferior a los religiosos, y además el Papa pide que la mujer aporte su reflexión intelectual a la fe. Hace falta todavía  mucho camino por recorrer, para que lo  escrito se haga realidad, aspecto que hace ya más de sesenta años Edith  realizó en su convento.

Edith después de su conversión trabajó con intensidad para que el Evangelio estuviera presente en el mundo de la cultura y de la ciencia, intentando conciliar fe y razón. A los cuatro días de su canonización ha sido publicada la encíclica de Juan Pablo II Fides et Ratio, sobre las relaciones entre la fe y la razón. 

 Gracias al trabajo silencioso de la gracia divina y su insobornable fidelidad a la Verdad descubierta en Jesucristo,  ha hecho posible su inmensa fecundidad eclesial y humana.  Al final de la homilía de su canonización, Juan Pablo II dijo:  Hoy se nos presenta a santa Teresa Benedicta de la Cruz como modelo en el que tenemos que inspirarnos y  como protectora a la que podemos recurrir. Demos gracias a Dios por este don. Que la nueva santa sea para nosotros un ejemplo en nuestro compromiso al servicio de la libertad y en nuestra búsqueda de la verdad.

 

La Iglesia ha reconocido en ella a una mártir de la fe. Ha sido beatificada en Colonia el 1 de mayo de 1987, canonizada en el Vaticano el 11 de octubre de 1998, y proclamada copatrona de Europa en 1999.

Maria del PILAR VILA GRIERA

BIBLIOGRAFÍA:       

 

-APARICIO, Alfonso. “Una Carmelita llamada Edith Stein, realidad y misterio de María”,  Obra Máxima, San Sebastián,   n1 734, febrero 1985.

-FELDMANN, Christian. Edith Stein judía, filósofa y carmelita. Barcelona, Ed. Herder, 1988.

-GARCIA, Ezequiel. “Edith Stein o el gozo de la Cruz”. Revista de Espiritualidad,Madrid. n. 167, abril-junio 1983 

-HERBSTRITH, Waltraud. El verdadero rostro de Edith Stein. Madrid, Ed. Encuentro, 1990.

-HERBSTRITH, Waltraud. <<Edith Stein: vida, obra, mensaje>>. Revista de Espiritualidad, Madrid, n. 183, 1987.

-HERBSTRITH, Waltraud (Teresia a Mater Dei).  Edith Stein, en busca de Dios. Estella, Ed. Verbo Divino, 1990. 

- JUAN PABLO II, <<Ángelus>> del 26-II-1995, Ecclesia, Madrid  n. 2728, 18-III-1995.

-JUAN PABLO II, Homilía de la canonización de Teresa Benedicta de la Cruz, plaza de San Pedro del Vaticano,  11 de  octubre de 1998. L´Osservatore Romano, n. 42, 16 de octubre de 1998, 23-24.

-LOBATO, Abelardo. La pregunta por la mujer. Salamanca, Ed. Sígueme, 1976.

 

 

                                               ________________________

 

INSCRITO EN EL REGISTRO GENERAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE BARCELONA, N. B- 31302, 6-XI-1998.



1. Estos escritos están agrupados en el libro: ALos caminos del  silencio interior@ Ed. Espiritualidad, Madrid 1988.