Este breve estudio en el cual se intenta mostrar como Dios siempre ha confiado en la mujer, sobre todo en los momentos más difíciles de la historia de la Iglesia, es fruto de una experiencia liberadora de Jesús. Yo creía que solo podía servir a la Iglesia desde el servicio de la caridad y de la oración. Me sentí llamada por Jesús a investigar y darlo a conocer de palabra y por escrito. Era Cristo quien hacía que pusiera todos los talentos que Él me ha dado al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Desde esta experiencia liberadora he contemplado la Biblia y la historia de la Iglesia, descubriendo que esta misma experiencia había sido vivida por muchas otras mujeres a lo largo de la historia de la  Salvación, y desearía que animara a muchas otras a poner todos sus talentos, intelectuales o no, al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

 

DIOS SIEMPRE HA CONFIADO EN LA MUJER

 

      El libro del Génesis nos narra como "Dios creó al ser humano a imagen suya, creó al hombre y a la mujer" (Cf. Gn 1,27). Podemos ver como a lo largo de los siglos Dios ha sido consecuente con su obra creadora. Si el pecado es el origen de la desigualdad entre el hombre y la mujer, Dios no se identifica con esta desigualdad presente en la mayor parte de las culturas humanas.

 

La mujer en el Antiguo Testamento

 

En el pueblo de Israel la mujer era valorada sobre todo por su condición de madre. Pero es Dios quien le da una función pública. Ya que los profetas no los eligen los hombres, sino Dios. En los momentos críticos de la historia del pueblo de Israel, Dios revela su Palabra a mujeres. El que conoce a la mujer porqué la ha creado, sabe que es capaz de escuchar su palabra, transmitirla con fidelidad y sufrir con perseverancia la persecución que le puede venir por la palabra que ha de anunciar. Por eso Dios envía profetisas a comunicar su palabra a los reyes y al pueblo. Por la Biblia tenemos conocimiento de dos profetisas históricas: Débora en el tiempo de los Jueces (Jt 4,1-23) y Juldá en tiempos de la Monarquía (2Cr 34,21-28).

Dios mismo es quien defiende las mujeres más desfavorecidas, el libro Deuteronomio muestra la preocupación por los necesitados y desvalidos, hay diversas disposiciones para proteger a la mujer contra la arbitrariedad i la opresión (Dt 10,18; 21,10-14; 22,13-19). Dios por medio de los profetas denunciará el trato injusto y cruel que son objeto las viudas (Is 1,23...)

 

María, una mujer liberada por el Espíritu Santo

 

Antes que Cristo lleve a término su misión libertadora a favor de la mujer, María, su madre, le precede como la aurora de la mañana. En ella se puede descubrir con nitidez la acción poderosa del Espíritu Santo que la libera de todas las marginaciones que la sociedad judía había querido relegar la mujer, haciendo de ella una mujer libre y responsable de sus actos.

María es la mujer llena de gracia, en quien la acción de Dios no encuentra ningún impedimento. Es la mujer que ha correspondido constantemente a la acción del Espíritu Santo, para poder ser una mujer libre i responsable de sus actos.

Según el libro de los Números (Nm 30,3-17), los votos que una mujer hacía a Dios estaban condicionados por la aceptación de su padre o esposo. María, como a pobre de Yahvé, reconoce antes que todo la soberanía de Dios. Cuando se le comunica que es escogida para ser la  madre del Mesías, ella no da su consentimiento hasta que entiende como se realizará; entonces, sin pedir permiso ni a su padre ni a su esposo, acepta que se realice en ella la voluntad del Altísimo. Dios tampoco espera el consentimiento ni de su padre ni de su esposo José y la Encarnación es un hecho.

Si para la mujer no era obligatorio peregrinar  a Jerusalén, José no margina María, su esposa, sino que todos dos participaban de los momentos más importantes del culto judío como es la celebración de la Pascua. María tiene una obediencia absoluta a Dios, a la cual José colabora con toda fidelidad; él es la ayuda adecuada que María necesitaba para llevar a término los designios de Dios. María no va detrás de José, toda su vida está dirigida hacia Dios y al cumplimiento de los designios de la salvación. Tampoco José ejerce el dominio sobre María.  En ellos se superan las consecuencias del pecado en cuanto a la dominación de uno sobre el otro. La relación de María y José está fundamentada en la verdad, la lealtad, el amor, la fidelidad, la ayuda mutua. Ellos como a pobres de Yahvé, Dios es su riqueza y su refugio.


 

En María podemos descubrir la mujer como Dios la quiso en su creación: mujer libre y responsable en relación de igualdad con el hombre, y solidaria en la realización de los designios de Dios. Como dice Juan Pablo II: "María es <<el nuevo principio>> de la dignidad y vocación de toda mujer, de todas y cada una de las mujeres" (MD 11). María, por su correspondencia a la gracia de Dios de la cual estaba llena, ha podido encarnar en ella todos los valores humanos y espirituales. Después de Cristo, en María más que ninguna otra criatura, podemos contemplar mejor el ser humano como a imagen y semejanza de Dios.

 

Jesús promotor de la verdadera dignidad de la mujer

 

Para comprender la actitud positiva de Jesús hacia la mujer en un contexto histórico donde era minusvalorada y oprimida, lo podemos profundizar desde las dos dimensiones de la personalidad de Jesús; humana y divina. En su dimensión humana, fue educado por una mujer liberada de los condicionamientos culturales y religiosos y vio la relación de igualdad que había entre María y José, sus primeros educadores. En su personalidad divina, Jesús en plena comunión con el Padre, muestra cual es la voluntad de Dios sobre la mujer. Si la desigualdad entre el hombre nació con el pecado, en Jesús no había pecado; por tanto, su relación con la mujer nunca es desde la superioridad o la minusvaloración.

Jesús luchó por liberar la mujer de todos los condicionamientos familiares, religiosos y culturales que la oprimían y devolverle, como a ser humano, toda su dignidad. Jesús libera la mujer en su ámbito familiar: del repudio (Mc 10,11); de la ley del Levirato (Mc 12,18-27), del matrimonio como a única opción de vida (Mt 19,12); de la maternidad como único motivo de valoración (Lc 11,27-28): de una vida reducida a  las tareas del hogar (Lc 10, 38-42). Jesús libera la mujer de las prescripciones legales: donde las pérdidas de sangre no son ningún motivo de impureza ni de exclusión (Mt 9-19-22), porqué Jesús y el Padre están por encima de los tabúes, mitos y leyes discriminatorios que han sufrido y sufren tantas mujeres. Jesús defiende las mujeres más marginadas de su tiempo, sobretodo a las viudas (Mt 23,14; Mc 7,9-12); las enfermas (Lc 13,10-13) y las pecadoras (Lc 7,37-50; Jn 8,1-11), las defiende de las críticas, de la opresión y de la hipocresía de los hombres.

Las expresiones despectivas hacia la mujer, tan frecuentes en los rabinos, no aparecen nunca en boca de Jesús. Cuando predica, habla a todos igual, no existen en los Evangelios dichos o palabras de Jesús que menosprecien o justifiquen la subordinación de la mujer. Cuando Jesús, en la predicación y en las parábolas, habla de la mujer y de su vida, lo hace siempre en positivo y con elogio.

Jesús libera a la mujer de su marginación intelectual y religiosa. En una sociedad donde se consideraba la mujer deficiente intelectual, donde era mejor quemar las palabras de la Ley antes que darlas a una mujer, donde era mal visto hablar con ella, y no era aceptada como a discípula de ningún rabino. Jesús en contra de las costumbres de su época admite las mujeres en su compañía, acepta sus servicios, conversa con ellas en público y en privado, y tiene mujeres por amigas.

En la mentalidad de Jesús las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres a escuchar la palabra de Dios y el mensaje de salvación. Por ello habla con las mujeres de los misterios más profundos de la Revelación, "y ellas le comprenden; se trata de una auténtica sintonía de mente y de corazón, una respuesta de fe" (MD 15). Las mujeres han experimentado  los efectos de la Buena Nueva, muchas de ellas han sido curadas de enfermedades físicas o espirituales. Las mujeres se hacen discípulas de Jesús, El les dedica su tiempo a instruirlas, para que puedan profundizar en aquello que han experimentado y así puedan comunicar en profundidad el mensaje que El nos ha venido a revelar de parte del Padre.

Las mujeres serán discípulas de palabra y de obra, incluso en los momentos más duros. Como dice Ismael Bengoechea: "ninguna mujer contradijo a Jesús, ni le persiguió, ni le ofendió, ni le condenó. Al contrario, le ayudan, le asisten, le enaltecen, le honran y le aman, siguiéndole fieles hasta el Calvario, sin que ninguna de ellas participara activamente en el proceso de la Pasión y Muerte, antes bien intentará una de ellas salvarle la vida"[1].

En el momento de la prueba definitiva al pie de la cruz, entre los apóstoles solo Juan permanecerá fiel, pero de mujeres había muchas. Como dice Juan Pablo II: En ésta que fue la prueba más dura de la fe y de la fidelidad las mujeres se mostraron más fuertes que los apóstoles; en los momentos de peligro aquellas que <<aman mucho>> logran vencer el miedo(MD 15).


 

A la mujer no le era reconocido el derecho da dar testimonio, Jesús elige precisamente a las mujeres, sobretodo una, como portadoras oficiales del mensaje más importante que da sentido a su vida y fundamenta toda la fe cristiana, su resurrección. María Magdalena se convertirá en apóstol de apóstoles. Jesús hace a la mujer testigo suyo y por ello evangelizadora de la Buena Nueva.

Las mujeres como escribe Ana M Tedepino, "Encontraron en Jesús la fuerza que les devolvía la dignidad de seres humanos, porque las trataba igual que a los hombres y porque, a través de la extraordinaria experiencia de la igualdad, se convertían realmente en personas humanas. La relación de subordinación, de dependencia, de pasividad adormece a las personas deshumanizándolas, mientras que las relaciones igualitarias, personalizadoras, las curan y hacen eclosionar las potencialidades ocultas de todos los seres humanos. Las mujeres realizaron una experiencia transformadora mediante su relación con Jesús, y convirtiéndose en personas realmente humanas, recuperadas, dignificadas, que descubrieron sus potencialidades y las pusieron al servicio del Reino con alegría, esperanza"[2]. Jesús ha sido, es y será una verdadera buena nueva para las mujeres, El les restituye su dignidad de personas humanas. Una tarea que Jesús no dejó de hacer ni en la vida terrenal, como tampoco a lo largo de la historia de la Iglesia y de la humanidad. El la seguirá haciendo hasta que el proyecto creador del Padre, donde el hombre y la mujer son iguales en dignidad, sea una realidad palpable.

 

La importancia  de la mujer en la vida de la Iglesia      

 

En los momentos más críticos de la Iglesia, Jesús ha buscado a mujeres, las ha formado para que pusiesen todos sus talentos al servicio del Reino de Dios, les ha dado una misión de capital  importancia  y unidas a El han enderezado el curso histórico de la Iglesia.

Las mujeres tuvieron un papel muy importante en la edificación de las primeras comunidades cristianas. Ellas fueron  las que transmitieron la Buena Nueva a los hijos y a los nietos, como en el caso de Timoteo; fueron educadoras de grandes apóstoles como Prisca y su marido Aquila; acogieron en su casa a las primeras comunidades cristianas como María madre de Marco o Lidia; o tuvieron un papel importante dentro de la comunidad como la diaconisa Feba.

Durante las persecuciones del Imperio Romano, las mujeres en su fidelidad a Cristo, fueron fieles hasta el martirio, incluso niñas como Sta. Inés.          

Durante la Edad Mediana, cuando la Iglesia se feudaliza, asimila los ideales de esta sociedad, apoyándose en el poder y la riqueza. Este hecho creó malestar en el seno de la Iglesia, se buscaba en el Evangelio el retorno a la pobreza y a la sencillez de espíritu, pero muchos de estos movimientos eran contrarios a la Jerarquía de la Iglesia, profesando verdaderas herejías. En el siglo XIII, Cristo llamó a Francisco de Asís para que edificara su Iglesia sobre el fundamento de la pobreza evangélica en comunión con la Jerarquía de la Iglesia. Quien mejor supo encarnar las enseñanzas de San Francisco fue Santa Clara quien  con gran firmeza, no descansa hasta conseguir la aprobación por parte de la Jerarquía de su forma de vivir pobre, como a seguimiento radical de Cristo. Ella es la primera mujer fundadora que redacta una regla que aprueba la Iglesia. Durante siglos, Santa Clara y San Francisco han dado testimonio del gran valor de la pobreza, dando la medicina que la Iglesia de todo tiempo necesita, seguir a Cristo pobre y anunciar el Evangelio, no desde el poder y la riqueza porque Dios quiere manifestar su poder en la debilidad y en la pobreza.

En  siglo siguiente el Papado vive uno de los momentos más complejos de su historia. Hay tres Papas y la Iglesia vive una profunda división. Jesús busca a una mujer para que pueda resolver este grave problema. Catalina que a la edad de seis años ve en el horizonte a Cristo vestido de pontifical, esta experiencia interior hace que desde entonces pueda identificar Cristo con el Papa a pesar de sus defectos. Ella, consciente de la misión que Cristo le da, cree que no la puede llevar a término por su condición de mujer. A sus objeciones Jesús le responde: "Yo difundo la gracia como quiero. Ante mi no hay hombre ni mujer, ni pobre ni rico, y lo mismo puede hacer una cosa que otra... obedece con valentía, que pronto te enviaré en medio de la gente. No te abandonaré allí donde te encuentres, ni dejaré de visitarte y de guiarte en todo lo que emprendas"[3]. Catalina, una mujer del mundo medieval unida a Cristo, desarrolla una extraordinaria actividad política y diplomática, sus cartas llegan a Papas, reyes, príncipes, sacerdotes, religiosos, prisioneros, pecadores... Ella consigue que se haga la paz entre príncipes y sobretodo con su audacia y tenacidad, consigue hacer regresar el Papa a Roma.


 

El siglo XVI, es el momento crítico en que se desintegra la unidad de la Iglesia católica con la reforma protestante. También en estos difíciles momentos, Jesús elige a Teresa de Jesús, ella ha experimentado como la vid de oración la ha hecho capaz d poner todos sus muchos talentos al servicio de la Iglesia. Jesús le da la misión de fundar conventos, ella encuentra mucha contradicción para llevar a término su misión de fundadora por ser mujer y monja de clausura, cuando ella comienza a rendirse a la opinión que es voluntad de Dios que las mujeres callen en la Iglesia como decía San Pablo. Es Jesús mismo quien la anima y le dice: "Diles que no se sigan por una sola parte de la Escritura, que miren los otras, que si podrán por ventura atarme las manos"[4].  Los teólogos de su tiempo defendían que la mujer no era capaz de la oración contemplativa.  La misma Teresa lo denuncia en sus escritos: "Muchas veces nos dicen que no es para las mujeres (la oración) que les podrán venir ilusiones, mejor será que hilen"[5]. Santa Teresa con su testimonio y sus escritos defiende que la mujeres también pueden pensar cuando oran y encamina a las  mujeres a las más altas cimas de la vida mística y hace de su vida de oración un servicio apostólico de primer orden, en la renovación espiritual de la Iglesia. Así, Teresa de Jesús ofrece a la Iglesia de su tiempo y  del  nuestro camino para fortalecerse interiormente, y ser  evangelizadora. Porque la vida de oración intensa es capaz de afianzar a los cristianos en el seguimiento de Cristo, de donde surgen grandes santos y santas que reconstruyen la Iglesia. Se ha dicho de Teresa de Jesús que es una de las mujeres más osadas, ágiles y geniales que la humanidad ha conocido después de María la madre de Jesús.

A finales del siglo XVII,  nace Mary Ward, ella será elegida  por Dios para ser precursora del apostolado femenino. Si en un principio su obra fue acogida favorablemente por el Papa Gregorio XV, pero una vez el muere, algunos la acusaron de cismática y de hereje por defender el apostolado femenino. Pero su sufrimiento y su fidelidad a Cristo dio mucho fruto. El año 1633, dos años después que fuera encarcelada Mary Ward,  Vicente de Paúl y Luisa de Marillach fundan la Compañía de las Hijas de la Caridad, que se dedicarán al servicio de los pobres en todas sus necesidades. Vicente de Paúl tuvo la genial idea que las Hijas de la Caridad no hicieran votos solemnes, así no pudieron ser enclaustradas en un convento. El año 1830, la Virgen María se aparece a Santa Catalina Laboré y le expresa su complacencia por el servicio que realizan las Hijas de la Caridad en favor de los pobres. A partir de entonces este  pequeño instituto se convertirá en la más numerosa de toda la Iglesia, y mostrará por todas partes la eficacia del apostolado de la mujer, a quien la Iglesia tanto debe, por su fuerza evangelizadora en el campo de la educación, de la salud y de las misiones. La Compañía de las Hijas de la caridad inspirará el nacimiento de otras congregaciones religiosas femeninas.

En el siglo XIX, todo el estamento jerárquico y carismático de la Iglesia sufre persecución por parte de los liberales. Mary Ward fue acusada de pretender propagar la fe por medio de un servicio apostólico, ya que era una tarea reservada exclusivamente a los hombres. En el siglo XIX, los religiosos que hasta entonces habían sido los encargados de propagar la fe con la predicación y las misiones populares son exclaustrados; se prohibe la ordenación de nuevos sacerdotes; los obispos y el mismo Papa sufren persecución. En este momento tan crítico en que incluso  queda comprometida la obra evangelizadora de la Iglesia, el Espíritu Santo forjará un auténtico ejército de mujeres que reevangelizarán las sociedades de tradición católica, y las enviará a la evangelización de los cinco continentes. Estas mujeres, sobretodo por medio de la educación conseguirán alfabetizar buena parte de la población femenina a quienes trasmitirán ideales cristianos. Otras mujeres con su servicio abnegado al servicio de los pobres y enfermos llenaran de prestigio a la Iglesia y les trasmitirán a ellos y a sus familias el don de la fe.

A finales del siglo XIX, Jesús se valdrá de una joven religiosa, Santa Teresa de Lisieux, para hacer retornar a  la Iglesia al  Evangelio, cambiar la imagen de Dios juez severo a la de un Dios Padre Misericordioso. Ella ha influido poderosamente en la espiritualidad de nuestro tiempo, y muchas de sus intuiciones proféticas han influido poderosamente en el Concilio Vaticano II.

En nuestro siglo, Jesús no ha dejado de dar grandes mujeres a la Iglesia, entre ellas la beata  Edith Stein, Teresa de Calcuta y Chiara Lubich. Edith Stein,  filósofa alemana de raza judía,  leyendo el libro de La Vida de Santa Teresa de Jesús, descubre la verdad y se convierte al catolicismo. Uno de los primeros servicios que hace a la Iglesia es la reflexión filosófica del ser de la mujer. Ella defiende el papel de la mujer en todos los ámbitos de la vida cultural y social. Como filosofa, es constante en su esfuerzo de conjugar las exigencias de la razón y las de la fe. Profesa como a carmelita descalza y muere en el campo de concentración de Auschwitz, víctima de la persecución nazi.  Juan Pablo II además de canonizarla la ha proclamado como copatrona de Europa junto con santa Catalina de Siena y Brígida de Suecia.


 

Teresa de Calcuta, la religiosa albanesa que ha servido a los más pobres de este mundo, fundadora de la Misioneras de la Caridad, ha aliviado multitud de sufrimientos de seres humanos  de todo el mundo. Ha sido una de las primeras mujeres en ganar el premio Nobel de la paz, tenida por santa en vida, la India le concedió un funeral con mas honores que un jefe de Estado.

Finalmente, Chiara Lubich, a quien en su juventud Cristo le anunció proféticamente que la seguiría un ejército de vírgenes. En uno de los bombardeos que sufría su ciudad durante la II Guerra mundial, nació a la luz del Evangelio el gran movimiento de los Focolares. Ella misma ha testificado: "Este movimiento, ha nacido con las cualidades propias de una obra de Dios: unidad incondicional con la Jerarquía de la Iglesia, fecundidad y difusión desproporcionadas a cualquier fuerza o genio humano". Hoy se ha extendido a más de cien países, con centenares de miles de seguidores. Ella sigue siendo su animadora espiritual.

Si María la madre de Jesús, como toda mujer que ha desempeñado un papel decisivo en el seno de la Iglesia, si hubiesen  asimilado el prototipo de la mujer sumisa y alineada que se había relegado a la mujer de su tiempo, no hubiera podido ser el medio por el cual Dios hubiera podido llevar a término sus designios de salvación tanto en el seno de la Iglesia como de toda la Humanidad.

 

La mujer debe aportar todas sus capacidades al servicio del Reino

 

En nuestra sociedad secularizada, la Iglesia necesita de todos los recursos y energías de los hombres y mujeres que la habitan. Hoy que la mujer ha conseguido tantos espacios de la sociedad que hasta ahora le habían sido denegados y  ha mostrado las capacidades de que ella es portadora. Hoy como nunca hace falta que la acción liberadora de Cristo en el Evangelio se haga realidad. Es preciso que la mujer se deje liberar por el Cristo y ponga todos los talentos que El le ha dado al servicio del Reino.

 Seguir a Cristo de cerca significa para los hombres comprometerse a luchar juntamente con las mujeres para que las estructuras sociales, culturales y religiosas no impidan que ningún ser humano: hombre o mujer le sea reconocido su dignidad e igualdad como hijo e hija de Dios. Hace falta que toda mujer cristiana, además de orar y servir en multitud de obras apostólicas, se libere de la minoría de edad intelectual, donde sólo puede recibir y nunca dar, intelectualmente hablado. Hace falta que toda mujer cristiana se comprometa a profundizar intelectualmente el mundo bíblico, teológico, del propio carisma religioso, y todos los ámbitos  de la vida humana y eclesial.

La Iglesia necesita de la valiosa aportación de la mujer, pero hace falta que esta lucha por la promoción integral de la mujer cristiana y consagrada, como dice Dolores Aleixandre: no debiliten nuestro sentido de pertenencia ni mi lealtad hacia la Iglesia en que hemos recibido el Evangelio de Jesús[6]. Aunque sea con sufrimiento y con perseverancia se deba buscar la comunión con la Jerarquía de  la Iglesia, porqué como el mismo Cristo predijo, quien está unido a El y a su Iglesia dará mucho fruto y éste se perpetuará a lo largo de los siglos (Cf. Jn 15,5;16). La obra y los escritos de Catalina de Sena, Teresa de Jesús, Teresa de Lisieux doctoras de la Iglesia, santa Clara de Asís y tantas otras santas son un verdadero testimonio de ello.

 

                                                                      M.  PILAR VILA GRIERA

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SIGLAS

 

(MD) Juan Pablo II Mulieris Dignitatem (La dignidad de la mujer) carta apostólica, 1988.

 

NOTAS

 


 

[1]. I. Bengoechea, San Juan de la Cruz y la mujer, Burgos-Cádiz, Ed. Monte Carmelo y C. Descalzos de Cádiz, 1986,  71-71.

[2].Ana M Tedepino, Las discípulas de Jesús, Ed. Narcea, Madrid 1990, p. 150 y 179.

3.Angel Morta, “Introducción” a las Obras de Santa Catalina de Siena, Madrid, BAC, 1955, 49.

[4].Santa Teresa de Jesús Obras Completas, Madrid,  Ed. de Espiritualidad, 1976. “Cuentas de Conciencia” n 16, 1089.

[5]. Santa Teresa de Jesús,  Camino de Perfección, Burgos, Ed. Monte Carmelo, 1981, cap. 21,2.

6.       Dolores Aleixandre,  Mujeres en la hora undécima, Madrid-Santander,  Cuadernos de Fe y secularidad - Sal Terrae n. 10,  1991, 4.

 

 

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