El viernes 28 de junio 2002,

Josep Miró i Ardèvol,

presidente de E-Cristians, dejó su cargo como regidor del consistorio de Barcelona

"porque deseo dedicarme con más plenitud a servir a Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia".

Este fue su discurso de despedida.

Inicié mi vida política en un cargo público en esta misma sala en 1979, ahora hace 23 años. Por lo tanto esta casa ha abierto y cerrado todo un ciclo de mi vida, el más central. Comprenderán, pues, que hoy sea un día cargado de recuerdos y sensaciones contradictorias.

Durante todos estos años y de la mano de la política, he vivido una serie de experiencias. Por ejemplo, he hecho el paso obligado por la “Vía Laietana” y el TOP. Hoy felizmente estas expresiones ya no tienen el mismo sentido de antes. La Vía Laietana designa sólo una calle, no la sede política, y el TOP es entendido como una prenda de vestir y no como las siglas del Tribunal de Ordeno Público de la policía. En definitiva, el tiempo ha pasado para bien. En este tiempo transcurrido he vivido muchas situaciones diferentes: desde la prisión Modelo a la Consellería de la Generalitat en dos gobiernos, de ser Director General de Presidencia a Diputado o Regidor en tres ocasiones.

El sentido de la renuncia

Muchas experiencias significa ver las cosas desde muchos puntos de vista. Muchas experiencias y también renuncias, porque la práctica política está llena de renuncias. Y no lo digo en términos críticos. La renuncia, cuando no nace de la cobardía o la comodidad, es positiva. La renuncia, cuando nace del servicio a los otros en el ejercicio de una representación pública, es necesaria y es buena.

Sólo una cultura que pierde el sentido, ignora o desprecia el valor de la renuncia. Sólo una cultura centrada en el egoísmo y el individualismo desconoce que la renuncia es la forma práctica de poder salir de nosotros mismos, por trascender, y así acercarnos al otro. Sin renuncia la civilidad, la democracia y el respeto no son posibles. No renunciar a nada quiere decir que yo siempre quiero ser sólo yo. Y esto no deja ningún espacio de acogida al otro. Por lo tanto, renuncia, dentro de unos límites –eso sí- que nos marca la propia conciencia.

Renuncia también significa necesitado de optar y yo evidentemente he hecho una opción. El Cohelet (el libro del Eclesiastés) nos recuerda que bajo el cielo hay un tiempo para cada cosa, que todo tiene su momento.

“Un momento para infantar y un momento para morir.
Un momento para sembrar y un momento para cosechar.
Un momento para hablar y un momento para callar.”

Y ahora para mí ha llegado el momento en que renuncio a ser regidor de Barcelona. Es la segunda vez; la anterior fue por mi nombramiento de consejero. Ahora no hay cargo, ni una atractiva oferta profesional, ni ningún propósito político. Lo hago porque deseo dedicarme con más plenitud a servir a Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia. La razón, por lo tanto, es clara, es sencillla, pero sé que será bien entendida o mal entendida, celebrada o desvirtuada no por lo que diga o haga, sino en función de como esa afirmación resuena en el corazón de cada hombre, de cada mujer. Naturalmente esta renuncia exige una explicación delante de ustedes, representantes de la ciudad. Lo hago porque lo tengo que hacer y porque lo puedo hacer.

Lo tengo que hacer porque me siento llamado. No es ningún llamamiento espectacular. No he caído del caballo como San Pablo. Es más bien como un run-run interno.

Empujar los límites de la política

Mi decisión no nace de la emotividad, sino en gran medida de la reflexión, del razonamiento. Por lo tanto, nace de la constatación desde la experiencia –de la subjetividad- que desde la política, tal y como hoy es concebida, no se pueden satisfacer las necesidades profanas que sentimos la mayoría de nosotros, la mayoría de las personas.

No interpretéis, lo que acabo de decir como una crítica a la política. Nada de esto. Y para que quede claro, afirmo con rotundidad que ella es una de las más elevadas expresiones de servicio a las personas. No, no es una crítica, sino que lo que hoy yo quiero senyalar son sus límites.

Y tenemos todos la necesidad de empujar, de modificar estos topes. Hace falta evitar que la política quede reducida a una simple gestión del poder a golpe de encuesta y campaña publicitaria. Yo ahora me voy fuera de la política profesional y querría desde fuera ayudar a modificar estos topes, desde una posición no partidista. Pero poco podría hacer desde fuera si al mismo tiempo muchos de vosotros y muchos más en otros sitios no continuarais desde dentro trabajando en el mismo sentido.

Pero como decía, también me voy porque lo puedo hacer. La sustitución es fácil. La persona es joven y a la vez aporta experiencia, conocimientos. Lo hará igual o mejor que yo, seguro. Por esto lo puedo dejar; si no, no lo haría.

Entenderéis, por todo lo que llevo dicho, que la decisión no fue fácil cuando, a finales del 99 por problemas de salud, en casa me decían que lo dejara –lo recordaréis-, y quise continuar. Dejé de ser portavoz, pero continué como regidor.

En mi trabajo como regidor, he intentado servir a aquello que tenía que servir de la mejor manera posible. Si en este trabajo he herido en alguna ocasión a alguien, sepa que no ha sido mi voluntad, ni deseo, porque yo valoro su campaña a lo largo del tiempo compartido.

Reconocimientos

En esta despedida, quiero hacer mención de las dos presidentas de las comisiones de qué he formado parte desde que dejé de ser portavoz: Medio ambiente, la Sra. Imma Mayol, y Bienestar Social, la Sra. Núria Carrera. Estoy contento de haber trabajado bajo su presidencia, pese a que la Sra. Carrera quisiera despedirme antes de hora. Me voy con un especial y buen acuerdo del sistema de trabajo, especialmente de la Comisión de Medio ambiente: el porqué se ha situado muy cerca de lo que entiendo que es hacer política: gobierno-oposición.

También quiero recordar a Xavier Casas y Ernest Maragall de mi periodo de portavoz. A los dos les expreso mi afecto, reconocimiento y valoración de sus capacidades.

Sería injusto si no me refiriera a Puigdollers, a Ciurana, que tan bien llevan el Grupo CIU; a los compañeros del grupo municipal que me han soportado y a los amigos-oposición, los miembros del Partido Popular, porque la relación enseña una cuestión importante: que por encima de las diferencias políticas, está el sentimiento que nace de compartir una misma experiencia. Y todos vosotros sois también compañeros y compañeras de Consistorio. Y a los funcionarios de esta casa, que son verdaderos servidores públicos, desde la Guardia Urbana a la secretaria y al interventor Municipal. Esto funciona porque ellos funcionan.

Lo dejo y ya no habrá una cuarta vez. Dejo de ser regidor pero conservo el título más importante: el de ciudadano de Barcelona. En esta condición, Sr. alcalde, sepa que me tiene a su disposición. Y más allá de esto, sepan (y lo digo porque lo quiero decir) que tienen ustedes mi afecto. Yo les quiero, y lo digo sin falsas vergüenzas, porque es bueno también en la vida política dejar hablar el corazón.

Y también en último término, y esto es lo que me gustaría que se les quedara dentro, es el sentimiento de mi afecto que tan a menudo no he sabido expresar.